La velada comenzó con los acordes de Un día en el parque, comenzaba nuestra noche inolvidable y sin tener que matar monstruos por nadie pasamos al Segundo asalto. Tras unas palabras para saludar a los asistentes, Santi nos transformó a todos en noviembre y entonó Me llaman Octubre para dar paso a Wio con sus antenas y pijamas. El público ya se estaba animando, y con Música de ascensores aspirábamos a todo lo que nos pudieran dar en este acústico que tenía tan buena pinta. Con Si salimos de esta y Noches reversibles comenzaron los “para pa pa” de fondo, las palmas y los bailoteos, lo que suele ocurrir cuando la gente tiene ganas de pasarlo en grande sin necesidad de incendios ni tener vergüenza para gritar “oh ooooh”.
Llegaron Nada y Las malas lenguas y ya estábamos entregadísimos a Santi, que en todo momento se mostró cercano y simpático, haciendo referencia al temido calor (inexistente aquella noche) de Sevilla. Con Oniria e Insomnia nos atrevimos a acompañarlos hasta un Domingo astromántico, y aunque era sábado, pero os puedo asegurar que fue una noche muuuuy especial.
Nos ayudó a reinventar la ciudad con Clínicamente muerto, nos hizo levitar en las horas más oscuras con La niña imantada y nos contó la Historia de una H que no quería ser muda, para luego recitar como una plegaria que Dios por dios es cuatro y llegar al final de la noche con el Club de fans de John Boy.
Pero claro, la gente se lo estaba pasando tan bien que pedía más, y como Santi y Julián estaban cómodos en el escenario nos regalaron cuarenta minutos de bises… que se dice pronto. Comenzaron con Allí donde solíamos gritar, pudimos escuchar Los días no vividos o Me amo, entre otros temas, para finalmente cerrar con su famoso cántico Los toros en la wii. Fantástico.