Hace ya más de un lustro que una coqueta melodía adornó las imágenes de cierto anuncio publicitario. ‘Love In My Baby’s Eyes’, el tema en cuestión, estaba firmado por un singular trío comandado en aquellos tiempos por el guitarrista norteamericano Matt Harding. Tras la incorporación del batería Franck Mantegari, la renovación de su discurso y la realización de giras por Usa y China publicaron un primer disco homónimo en 2006, que les sirvió para propagar su doctrina por plateas de Europa, América y Asia.
El sonido del Hammond nutrido por la atenta escucha de los vinilos publicados bajo sellos tan seminales como Blue Note o Impulse es el leit motiv que guía el discurrir del manual de estilo del trío, lo que en principio les emparenta con las líneas maestras de Martin, Medeski & Wood, Soulive o, sin ir más lejos, los catalanes Asstrio, formaciones que, partiendo de la cálida sonoridad que emerge del más conocido de los teclados americanos, adornan su paleta estilística con pespuntes de rock, funk, jazz, blues, ritmos latinos o cenefas electrónicas.
Así, los guiños al pasodoble en ‘Sugaar’, la exploración en la raíz africana de ‘Yodi’, el groove a lo New Mastersounds de ‘Osito Blues’, los coqueteos con la bossa de ‘Far East Street’ y los aires de reggae de ‘Herb Tree’ constituyen la nómina de idiomas y lenguajes que maneja con soltura el trío. Javier Azpiroz que, junto con Mauri Sanchís, es uno de los músicos hispanos que más y mejor han abusado de las posibilidades sonoras del Hammnod, desde su etapa con Parafunk o como acompañante en la banda de Fermín Muguruza hasta el trío que nos ocupa, se consagra aquí como un virtuoso de su instrumento, ya sea creando motivos melódicos, esculpiendo enormes líneas de bajo con la mano izquierda, explorando nuevas sonoridades o simplemente apuntalando los esquemas rítmicos que el tema expone.
Quizás se puede echar en falta una batería más contundente y un bajo más musculoso en algunos cortes que subrayen el acento rítmico y también, sabedores de la fluida digitación a lo Grant Green de Matt y de sus dotes como guitarrista, se hubiera esperado un papel con mayor protagonismo en algunos cortes (sólo en ‘Euphoria’ asoma tímidamente en un solo fugaz), pero, claro, la dictadura del formato manda y es el teclado quien lleva la batuta instrumental en un trío de estas características. En definitiva, una plétora de licores que coexisten espontáneamente en el equilibrio de fuerzas entre la tradición, la modernidad y la honestidad.