El ángel (musicalmente hablando) decidió volver y se encontró una sala Q con un público no muy numeroso pero fiel donde se mezclan incondicionales de José Ignacio de su etapa de 091 más algunos, como quien firma esta crónica, que han ido sumándose tras su actual etapa en solitario.
Lo de solitario es cuestión de nomenclatura y tal y cómo se anuncia en los carteles pues cierto es que se rodea de un abanico de músicos (esos mismos que conforman Jean Paul) con los que brindaron un sobresaliente concierto de rock, rock sin poses ni aspavientos. En lugar de eso encontramos guitarras afiladas y un intensísimo Hammond, con Raúl Bernal a sus mandos aunque quizás echamos de menos mejor sonido en los micro, posiblemente la única objeción a un concierto impecable.
La puesta en escena de su último disco, "Cartografía", es excelente. Canciones como "Cuando el ángel decida volver", "en el ángulo muerto" o "nunca se sabe" alcanzan su plenitud en directo. El momento de mayor sensibilidad llegó cuando José Ignacio Lapido dedicó hacia la mitad del concierto su tema "en mil pedazos" a la memoria de Antonio Vega. Resultó un emotivo tributo para uno de los grandes cuya ausencia nos entristece enormemente.
Otro de los puntos a resaltar es la naturalidad con la que interpreta los temas de 091 sin parecer un "perdonavidas" ni esperar que la gente ruegue o las pida. De esa forma "sigue estando Dios de nuestro lado" o "la noche que la luna salió tarde" sonaron brilllantes y encantaron a sus más clásicos seguidores.
El rock en español no es cuestión de pose y sí de actitud pero sobretodo de supervivencia, de creer en la música y de defenderla, por ejemplo, en un concierto.