Otro año más nos ha visitado la emblemática banda de folk/celtic punk procedente de Boston. No podríamos referirnos sino a Dropkick Murphys, cuya gira europea culminó el pasado sábado 9 de Febrero en la madrileña sala Riviera, donde tuvimos la oportunidad de verles junto a unas bandas de lujo: LA M.O.DA y Frank Turner & The Sleeping Souls.
Los teloneros españoles escogidos para abrir los dos conciertos de DKM fueron el combo burgalés llamado La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A) y la verdad es que no podrían haber inaugurado mejor fiesta, al ritmo de sonidos acústicos combinados con instrumentos como el saxo, el banjo o el acordeón. Su directo derrocha pasión y a pesar del mediocre sonido de la sala dieron un gran concierto. Les auguramos un futuro realmente prometedor si siguen por este camino.
Posteriormente llegó el momento de Frank Turner, el simpático cantautor inglés. Sin duda, fue la estrella que más brilló durante la noche. No sólo por su simpatía y eléctrica conexión que había entre él y el público, sino también por la colección de buenas canciones que se marcó y lo cómodo que se le ve el escenario. Tras la escisión de su primera banda de post-hardcore Million Dead, inició su carrera como solista acústico y es la mejor decisión que podría haber tomado. Su directo es sencillamente brutal, repleto de energía, buen rollo y sobre todo calidad musical. No hay duda de que aquella noche me ganó en su totalidad y a partir de ahora seguiré cada uno de sus pasos.
Después del momentazo de despedida en el que todos coreamos desde el suelo su canción más popular «I still believe», Frank abandonaba (no por mucho tiempo) el escenario de la Riviera para dar paso a la fiesta protagonizada por los DKM. Mientras se producía el cambio de backline los nervios flotaban en ella ambiente y la parroquia coreaba cerveza en mano la clásica arenga: «Let´s go Murphys!».
La aparición en escena de los Dropkick llegó cargada de fuerza con su magnífico «The boys are baca», single del nuevo y recomendado disco Signed and Sealed In Blood, que todos coreamos junto a Al Barr, primer vocalista del grupo que sobrellevó el concierto sin Ken Casey (segundo vocalista y bajista de la banda) debido a que éste se encontraba en un acto benéfico junto a Bruce Springsteen.
Honestamente éste último no es un disco que tenga muy saboreado, y el hecho de que la mayoría de las canciones que tocaron fueran de éste (al tratarse de una gira de presentación), hizo que la primera parte de su actuación se hiciera algo cargante. Y no sólo eso, la baja de Ken Casey también fue un notable impedimento para que el desparrame fuera máximo.
Aún así, Al Barr llevó el concierto él solito dándolo todo junto a los otros integrantes de la banda con mucha dignidad. Pero la soledad frente al micro cambió al irrumpir en escena, una vez más, Frank Turner, que se llevó el protagonismo de la noche cuando acometió otra de las nuevas canciones de DKM: «Rose Tattoo», el himno irlandés The Irish Rover, Worker´s son y la canción más famosa del grupo, gracias a Scorsese, «I´m shipping up to Boston». Una vez más el escenario volvió a brillar en su plenitud.
Para cerrar la noche rindieron homenaje a una de sus inspiraciones, AC/DC con su «T.N.T, y se despidieron de todos nosotros con una balada de su último disco: «The end of the night», momento en el cual el escenario se llenó de gente del público para seguir coreando hasta el final. Muy emotivo, sólo faltó que cayeran globos, confeti y lágrimas, en defintiva.
En fin, aquella noche del sábado, con sus pros y sus contras, fue una gran fiesta. Aunque el sonido no fuera para tirar cohetes, los grupos supieron mitigar las trabas, y el público no paró de bailar, receptivo durante todo el concierto y con muchas ganas de divertirse y pasarlo bien, que al fin y al cabo, es a lo que fuimos todos.
Foto de Archivo