Pasada la media hora larga desde la apertura de puertas en la Isla de la Cartuja, en una noche donde no faltaba el calor, por fin aparecen las primeras proyecciones en la pantalla trasera del escenario. Una gran calavera mejicana arranca el espectáculo y entra en acción una bellísima mujer de pelo largo negro y vestiduras llenas de color. Un atuendo que indiscutiblemente recuerda a Frida.
Abría la noche con ‘Una cruz de madera’ que ya levantaba al público predispuesto a bailar desde la sesión previa de Dj Go Cloud. Y si empezaba cantando “cuando ya mi cuerpo esté junto a la tumba, lo único que quiero como despedida, en las cuatro esquinas de mi sepultura como agua bendita, que riegue el tequila” podíamos imaginarnos la fiesta que Lila nos tenía preparada.
Continuó presentando “Balas y chocolate”, que contiene ‘La burra’, la cual coreó todo el público, dedicada a los políticos de todo el mundo.
Y nos pusimos románticos con ‘Cuando me tocas tú’ que dio tregua a los que buscaban la excusa para agarrarse.
Un disco donde sin duda, la muerte cobra mucho protagonismo. Y donde se le canta sin complejos ni temores.
Porque está claro que cuando llegue, nos pillará bailando con Lila Downs.
Y en ‘Viene la muerte echando rasero’ cantamos con ella que se muere el rico y el jornalero.
Tras un breve descanso, volvió a subirse al escenario para regalarnos un final apoteósico donde no faltó ‘La cumbia del mole’, dedicada a esas mujeres de Oaxaca.
No sabemos si volverá pronto por nuestra ciudad pero en el recuerdo se queda esta noche de verano con sabor a mezcal.
El miércoles, Sevilla y Méjico estuvieron muy cerquita.
Fotografías: Laura Barranca.