Juana Molina adelantó ya que un día cantará sin letra canciones cuyos significados cada uno podrá imaginar. Aún con el beneficio de tenerla, Nona Marie Invie, la distintiva front woman de Dark Dark Dark, no puede evitar preguntarse en Wild Go si su destinatario la comprenderá. Inclusive cuestionarse qué le dicen los signos a ella misma.
Ese críptico y complejo sentimiento otorgado a las “cosas indecibles”, como repite, tenaz, en el sombrío pero bello Daydreaming, sin embargo, no restringe, al menos totalmente, las intenciones de que Wild Go pueda concebirse como una labor de expresión, antes que de concisión.
Aún así, el casi celoso secretismo con el que se erige la particular lírica, una que insiste en no brindar demasiados detalles, como en Say The Word (“di las palabras que dices al final del día… yo también las he dicho”), deja entrever su naturaleza final (“y todo lo que digo es lujuria”). De nuevo, piedra libre para el terreno del medio, para que uno pueda, o quiera, imaginar.
Si la certidumbre de las palabras decrece ante su propia ambigüedad, la música es una suerte de vehículo mucho más directo. La construcción en la melodía es meticulosa, pero nunca sobre trabajada. Y la pastoral simbiosis establecida entre coros barrocos, pianos difuminados, un acordeón persistente y las cuerdas siempre se dirige hacia la cohesión con la pulcra y cálida, aunque un tanto quebradiza, voz de Invie, quien canta en la predominante parte del álbum.
En Wild Go, la accesibilidad llega con las repetidas escuchas que la música incentiva, invita, armando alguna noción cabal sobre la interpretación, desde la libertad (In Your Dreams) a la fragilidad (Robert). Hasta puede que ésta haya sido la intención inicial: dar la opción de jugar, de volver a imaginar o re-significar. Pero el recorrido sonoro es tan eficaz para regenerar interés, que podrá hacerse una idea más certera con el tiempo. Incluso si no se la tenía al principio.