Tras un largo viaje en autobús rumbo a Gasteiz, decidimos sabiamente empezar la jornada del viernes a base de pinchos y txakolis para cargar al máximo la batería de cara a la primera jornada del festival de Mendizabala. De modo que, entre unas cosas y otras, el cartel del viernes comienza para nosotros con los madrileños Sex Museum, que dieron un gran concierto basado en temas antiguos, en el que destacó la excepción, su particular versión “Smoke on the Water” de Deep Purple fusionada con “(You Gotta) Fight For Your Right (To Party)” de los Beastie Boys. Tras ellos llegó el momento de los texanos The Sword, que dieron el concierto más contundente del día y supuso un curioso contraste con los siguientes en actuar: M-Clan, sin duda la confirmación más controvertida. Hay que decir que fueron consecuentes, o más bien prudentes, y decidieron no tocar ningún éxito comercial. Carlos Tarque demostró tener una buena voz en directo, pero desgraciadamente para ellos eso no sustenta todo el peso de la banda. Los siguientes en subirse a las tablas, Alberta Cross, dejaron claro que pegan más para sala que para festival. El escenario se les quedó demasiado grande y la intensidad sólo estuvo marcada por un bombo demasiado amplificado. No obstante lograron emocionarme con los que considero sus dos mejores temas: “Low Man” y “Lay Down”.
Llegada la hora de la verdad, con el atardecer asomando tras el escenario principal, llegó el momento de los grandes triunfadores del festival, The Black Crowes. Como era de esperar dieron un concierto excelente repleto de grandes éxitos. Su apoteósico final con “Jealous again”, “Remedy” y la magnífica versión de Otis Redding “Hard to Handle” hizo que se disipara toda duda sobre si había sido buena idea apuntarse a esta última edición del Azkena Rock. Los cuervos se confirmaron una vez más como uno de los grandes grupos del panorama rockero internacional.
Después de tanta exaltación y emoción gracias a Chris Robinson y compañía llegó la hora del más absoluto de los tedios de la mano de Smashing Pumpkins. Durante casi la totalidad del concierto Billy Corgan y sus virtuosos mercenarios se dedicaron a presentar su último, y desconocido para la mayoría, trabajo discográfico. Me imagino que sus seguidores más fieles lo disfrutaron, en parte gracias a una buena puesta en escena, aunque marcada por el hieratismo, pero como no me encuentro entre ellos, lo único que lograron provocarme fue un sonoro bostezo. Si no me mandaron directamente al sobre fue porque aún quedaban los Sheepdogs por tocar y había oído maravillas de ellos. No podrían haber resultado más certeras. Su sonido y ejecución es sencillamente demoledor y su concierto se me pasó en un suspiro. Magnífica guinda para esta primera jornada.
Amanecemos el sábado tras una noche de tembleque por el frío y una mañana de sofoco por el calor. El caso antiguo nos recibe con los brazos abiertos aunque sin la música que tanto animaba la plaza de la Virgen Blanca otros años. Un chuletón y un sinfín de pintxos calman la gazuza y de allí a Mendizabala a descubrir con increíble gozo la magia de JJ Gray & Mofro. Su soul rock lleno de vigor y alegría nos conquistó hasta tal punto que los encumbramos al puesto del grupo más sorprendente del festival. Tras unos Enemigos que nos dijeron más bien poco, salvo por sus temás más conocidos, cogimos sitio para disfrutar de nuestros admirados Gov’t Mule. Obviamente porque no nos imaginábamos que iba a resultar la mayor decepción de la jornada debido al aburrimiento supino al que nos sometieron. En lugar de centrarse en sus soberbios hits les dio por hacer una jam interminable, agravada por si no fuera poco por una voz demasiado baja y un bajo demasiado alto. El bis, entre ramalazos reggae y versiones que no venían mucho a cuento (“Love Me Do” de los Beatles) no arregló mucho las cosas. En fin, una pena.
Todo lo contrario sucedió con The Gaslight Anthem. Dieron un concierto marcado por el buen rollo, el sentimiento y un repaso impoluto de los discos que les han dado la fama, además de alguna que otra joya de la primera época y una versión de los Ramones. Al igual que hicieron M-Clan ellos también decidieron acabar con “Baba O’Riley” de los Who, pero con mucho más acierto y diversión. Pero la fiesta aún no había acabado, porque todavía quedaban por tocar Walking Papers y Rocket From The Crypt. Los primeros, el grupo de Duff McKagan (aunque fue baja) nos sorprendieron gracias a su admirable dominio a los instrumentos, buenas canciones y una gran demostración de fuerza. Los segundos fueron una guinda punkrocker y muy macarra, quizá demasiado, dada la tremenda melopea que llevaban encima a esas horas de la noche. Speedo, el cantante, salió con más ganas de labia etílica que de tocar, pero teníamos muchas ganas de jarana y no desentonó. Además, el pogo fue tan frenético que necesitábamos algún que otro respiro y su vacile con la cámara o la recolecta de camisetas sudadas provocó tantas carcajadas como silbidos por parte del público.
Y eso fue todo. El Azkena Rock terminó y con él volvió la resaca nostálgica que nos acompaña cada domingo de regreso de Vitoria. Entonces nos dimos cuenta que sí, fue una edición floja a nivel de artistas, pero el ambiente y los grandes momentos fueron igual de buenos que siempre. Por ello queremos Azkena por mucho más tiempo y confiamos en que este año sólo haya sido un punto de inflexión en el que la organización haya flexionado las rodillas para coger un impulso que devuelva al mejor festival de rock del Estado su brillo de antaño. El año que viene más y mejor.
Fotografías: Musicsnapper