La música de los sevillanos Cerebral arranca en “Lo sabes”, el primer corte este su tercer álbum, con una espectacularidad efectista que recuerda a grupos tan grandiosos como pueden ser los mismísimos Muse o los más alternativos Digital 21, o incluso bandas menos conocidas por estas latitudes como los italianos Subsonica.
Los cuatro comparten un concepto del rock basado en las bases de toda la vida (guitarra-bajo-batería) a lo que se unen añadidos digitales y sintetizadores más cercanos a la pistas de baile.
Y la sensación de parecido se va repitiendo conforme van pasando los minutos, tanto en la sudorosa “Nada es tan difícil hoy” como la entre discotequera con riff de hard rock “Esto es todo” como en la más acelerada “Tu nombre”. Canciones de velocidad alta, sin caer en el frenesí del punk, con la fuerza y el vigor del rock de toda la vida pero sin endurecerse en exceso.
Melódicos y potentes, sueltan un poco el acelerador en las sucesivas “Adiós”, con un juego de guitarras y una voz maravillosas, y en las oscuras “Empieza a amanecer” y “Eres electricidad” para volver a recuperar algo de velocidad hasta casi el final de un disco que termina con la balada “Tú”.
Y escucho varias veces el álbum y me doy cuenta de varias cosas. La primera, que suena de miedo, que la producción es limpia y que los instrumentos y la voz son perfectos. Segundo, que la música es buena, y, tercero y lo mejor, que me dan ganas de encontrármelos en un concierto porque me huele a pies que no paran, a manos que se agitan al viento y a sudor que sale a raudales.
Pero, ojo, no todo es perfecto. Porque si los grupos que cito al principio, y otros muchos que no recuerdo, nunca hubieran existido, Cerebral serían lo más grande, unos innovadores, unas estrellas. Pero como sí existen, y llegaron antes, su música sorprende menos y suena, demasiadas veces, a algo ya hecho. Ése es el problema del disco, que desde luego no es poco. Si no fuera por eso estaríamos ante un discazo.