Las Ventas, Madrid 20-06-2009
Apenas pasaban las 10 de la noche cuando el público, que llenó las Ventas, comenzó a hacer la ola al ritmo del “Tutti fruti”, claro indicio de la buena predisposición con la que iban, y con la que llevaron en volandas a Bunbury y a su banda durante todo el concierto, no dejando de cantar ninguna de sus canciones.
A ello ayudó un Enrique hiperactivo, que no paró de moverse en las dos horas largas que duró el concierto. Quizá tuvo que ver, como confesó al final, que era la primera vez en 20 años que tocaba en Las Ventas, de ahí su nerviosismo. Lo que seguro que no alteró a Enrique fue su banda (Álvaro Suite y Jordi Mena guitarras, Robert Castellanos bajo, Jorge Rebenaque hammond, piano y acordeón, y Ramón Gacías batería), que llenó perfectamente el escenario, a pesar de que el sonido no fue todo lo bueno que cabría esperar.
Otro punto negro del concierto fue la colocación del repertorio, lo que provocó momentos cuasi orgiásticos cuando la banda interpretó los clásicos de Búnbury, pero también momentos profundamente aburridos con las canciones menos conocidas, que alargaron el concierto en exceso. De la parte positiva del repertorio destacó “El club de los imposibles”, una canción perfecta para abrir los conciertos, la teatrera “De pequeño”, “El extranjero”, declaración apátrida que se enriqueció del acordeón de Ramón Gacías y el banjo de Mena, y que terminó de meter al público en el concierto. A partir de ahí se alcanzaron las cotas más altas, con una impresionante versión blusera de “Infinito”, con la coreada “Sí”, y con el controvertido single “El hombre delgado que no flaqueará jamás”. “Apuesta por el rock´n´roll” fue el único guiño a Héroes del silencio, seguida por una ledzepeliana versión de “Lady blue”, con Álvaro Suite luciendo habilidades con las seis cuerdas, muy a lo Ron Wood.
Con “El porqué de tus silencios” el concierto empezó a decaer, haciéndose patente en el coso el viento frío que comenzaba a soplar en Madrid. “No me llames cariño” fue enlazada con “El jinete”, y rematada por “Canto (el mismo dolor)”, sentidas interpretaciones que no emocionaron tanto como anteriores temas. Y ya con el público preparándose para salir, Búnbury dejó de propina “El tiempo de las cerezas”, cosa que agradeció el respetable.
Irregular concierto de uno de los grandes frontmans de este país, del que se esperaba un poquito más.