El cuarto disco de Manolo Breis es un trabajo con hondura y recorrido. Un paseo a la americana (quizás hacia el destino al que apuntaban los "Aviones" de Pereza) donde los tiempos llegan y se van, "siempre es mañana".
La arquitectura de las canciones están bien contruidas: rítmicas pero con un poso de quietud, de deleite, a propósito de escuchar lo que Breis nos cuenta, esas historias que en su voz parecen grandes verdades; sirva "lo dijiste" de claro ejemplo.
De buen gusto resultan tanto los empieces como los finales, arreglos bien cuidados que aunque rindan particular pleitesía a la voz no son elementos olvidados ni descuidados. El resultado es que las canciones suenan desde el primer momento con personalidad y su contenido ya hacen el resto.
En "Nadie avisó" escuchamos una voz femenina, Ana, que con acierto sensibiliza la composición mientras que la armónica de Fernando Rubio en una de mis preferidas, "Vino y rosas de equipaje", adorna en buena medida otra de las paradas obligadas del disco