No me considero ningún entendido en esto de las bandas sonoras, pero desde luego si soy un gran aficionado a ellas, y esto en parte se debe a bandas sonoras como esta. Por introducir un poco el compositor es el Argentino Gustavo Santaolalla (Brokeback Mountain), y el director el mexicano Alejandro González Iñárritu (Amores Perros, 21 gramos).
Para los que no hayan visto la película, me atrevo a hacer un breve resumen; tres historias en tres países muy distintos (Marruecos, Japón, México), con algo idea en común: el sufrimiento humano en todas sus vertientes posibles (física, sentimental…), no entiende de fronteras (por ahí aparece la metáfora de la torre de Babel). Con altas dosis de impactos emocionales se van presentando, desarrollando y cerrando las distintas historias. Y en este dramatismo toma un papel fundamental la partitura de Santaolalla; que acompaña sonoramente imágenes de gran belleza e impacto visual, creando por momentos una perfecta compenetración. Cada historia se identifica con un instrumento (el barbat en Marruecos, el koto en Japón y la guitarra española en México), él cual se erige como protagonista de la escena aportando el dramatismo que requiere. Se podrá opinar que quizás falte un hilo argumental entre las tres partituras, que si existe en el guión; pero yo prefiero pensar que esa labor no es necesaria en esta película, y si acentuar la profunda carga emocional que transmiten determinadas escenas. Decir que la obra se completa con un popurrí de músicas del mundo -desde dance a pachanguera-, que el mismo Iñárritu seleccionó para ambientar algunas escenas. Esto hace que el conjunto pierda mucha coherencia; de hecho recomiendo al escuchar la obra que se haga una concienzuda limpieza de temas accesorios, para solo disfrutar de la pieza de Santaolalla (y un poquito también de Ruichi Sakamoto). En definitiva, un claro ejemplo de simbiosis entre imagen y sonido, que dan como resultado grandes momentos de cine…que me hace reflexionar que por algo éste dejó de ser mudo hace mucho tiempo ¿no?