El Maestranza estaba lleno hasta la bandera para recibir por tercer año consecutivo a una de las mejores sopranos del momento, Ainhoa Arteta se presentaba ante el público hispalense entre aplausos con un atuendo sobrio y elegante acompañada de Roger Vignoles, uno de los pianistas británicos más destacados.
Se hizo el silencio. El recital comenzó con la parte lírica, con Amor y vida de una mujer de Schumann compuesta por ocho poemas en los que se describe la relación de una mujer desde que conoce a su pareja hasta que la muerte los separa. En esta primera parte, la soprano hizo gala de su magnífico registro de voz, aunque sin llegar a transmitir la emoción que posteriormente mostró en los tres lieder de Strauss.
Tras una breve pausa, Arteta subió de nuevo al escenario para interpretar cuatro de las seis Baladas italianas de Albéniz que cautivaron al público. La noche llegaba a su fin con Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla que la soprano defendió con gran elegancia, pero como el público había quedado tan enamorado de su maravillosa voz, Arteta tuvo que salir de nuevo a escena agradeciendo su cariño al público y regalándoles una de las piezas favoritas de su repertorio, A Chloris de Reynaldo Hahn, para finalizar la velada con Cantares de Turina.