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Madrid, Joy Eslava, 4 de junio.

 

30 años de carrera tienen que dar, por fuerza, para mucho. Y así lo demostró Ariel Rot el pasado jueves, repasando un cancionero del que muy pocos pueden presumir.

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Para entender la evolución del rock patrio la figura de Ariel se antoja fundamental, desde sus años tequileros, a partir de los cuales el rock juvenil entró en una nueva dimensión, como en Los Rodríguez, en donde supieron fusionar con acierto el rock con la rumba o con músicas populares latinoamericanas, reivindicando igualmente el rock más directo y stoniano.

 

Parece que la reinvención de Tequila ha absorbido a Ariel, que cada vez se prodiga menos en directo. Para esta ocasión el argentino se acompañó de una banda de primer nivel, formada por su inseparable compañero Osvi Greco (guitarras), del también tequilero Mac Hernández (bajo), y de Luca Frasca (teclados) y Toni Jurado (batería). El concierto empezó muy guitarrero, con El Vals de los recuerdos, una de las grandes letras de Ariel, siguiendo con un repertorio muy similar al de su disco En vivo…mucho mejor. Con la bella Adios carnaval el público empezó a calentarse, y a partir de ahí la banda fue soltando hits, uno tras otro. Geishas en Madrid sonó más rockera que nunca, mientras que Mucho mejor la vistieron de tango, en una revisión muy acertada del tema. Rock and roll en la plaza del pueblo, versión blusera, avisó del medley  que se venía encima, con Necesito un trago, El ahorcado y Mr. Jones, que sonaron perfectas con la voz del argentino.

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 Ariel se hizo acompañar en escena de grandes músicos y compañeros, como Andy Chango, con el que interpretó una canción de éste, Madrid, que creó una ambiente muy especial en la sala. También pasaron por allí Jaime Urrutia y Rubén Pozo, que interpretaron Cuatro Rosas en un bonito ménage à trois, y Adiós mundo cruel  y Baile de ilusiones en duetos con Ariel.

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Con las autobiográficas Vicios caros y Dulce condena el concierto entró en una fase más intimista, rematada por la magnífica Cenizas en el aire, ya en los bises. Para cerrar Ariel tiró de otra de sus grandes composiciones, La milonga del marinero y el capitán, y de la ya mencionada Adiós mundo cruel. Un broche magnífico a un concierto atemporal.

 

Fotografías: Nuria Aguilar

 

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