Llega la hora y la gente esta deseosa por entrar y disfrutar del espectáculo que se les ofrece. Andrés Suarez vuelve a Sevilla en una ocasión imposible de perder. Subo hasta la terraza, me fijo en sus vistas y disfruto, luego intento coger el mejor sitio posible para no perderme detalle alguno. Faltaría más.
Fotografías: Víctor Terán Villareal
Con bastante ilusión y ganas me acerco hasta los Apartamentos Metrópolis de la calle Bajeles, quizás demasiado antes de la hora esperada, pero la puntualidad, al fin y al cabo, es una virtud.
Observo el ambiente. Cada vez van subiendo mas personas, y yo comienzo a hablar con Víctor, un gran fotógrafo, que me cuenta un poco la historia de este gran proyecto llamado “Live the Roof” con cada vez mas proyección. El tiempo pasa y el momento ha llegado.
Andrés se hace paso entre la gente, guitarra al hombro y sonrisa constante. Cuando suena el primer acorde de guitarra y se hace el silencio, cada una de las personas que estamos allí sabemos que será una noche especial.
Las canciones de Andrés pueden doler, y mucho. No todo el mundo tiene esa capacidad para hacer que cierres los ojos y no escuches nada más que su voz cantando al aire. Empiezan a sucederse temas como “No te quiero tanto”, “Hay algo mas”, “No diré”, “Imagínanos”, etc…
Y ahí estoy yo, como un niño en día de Reyes, sin poder apartar la vista de el y los pelos como escarpias. No quiero que termine. Hace un tiempo perfecto, jugaba España ¿y que? Ahí esta Andrés cantándonos un medley de Extremoduro. Del gran Robe Iniesta. Haciéndonos reír con sus historias y sobre todo, provocándonos alguna que otra lagrima imposible de preservar.
Pasa el tiempo y con la noche sevillana de fondo, canciones como “La más bella de Madrid”, “Hace un año”, “Tengo 26”…son la perfecta banda sonora que amenizan esta agradable velada.
Llega el final, poco deseado entre los presentes, y Andrés se despide con “Perdón por los bailes”, canción que canta junto a Pablo Milanés en su último disco “Cuando vuelva la marea”. Un momento inolvidable lleno de fuerza, energía y sentimiento, a pesar de ser la despedida.
La gente se levanta de sus respectivos asientos, con una sonrisa de oreja a oreja pero con cierta nostalgia. Andrés recibe abrazos y agradecimientos de todo tipo, con la misma sonrisa que lucia en su rostro desde el principio. Yo le aprieto la mano, le doy las gracias y me marcho a casa feliz por un concierto que todas las personas que estábamos allí, tardaríamos en olvidar.
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