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La filosofía de Robe Iniesta se guarda en el bolsillo al público sevillano

Poradmin

Oct 17, 2017
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El sábado me reencontré con la música en directo para volver a escribir sobre lo vivido después de unos meses de parón. Me pareció una gran idea hacerlo con un concierto de Robe. No sé si conocéis sus últimos trabajos en solitario: Lo que aletea en nuestras cabezas y Destrozares, canciones para el final de los tiempos. Si no los conocéis, escuchadlos, con calma y dedicación, para disfrutarlos, porque merecen la pena.

Dicho esto, os cuento mi experiencia. A las nueve y media de la noche, una fila de gente, que llegaba desde la puerta del Monasterio de la Cartuja hasta casi el World Trade Center, esperaba para entrar a ver al vocalista y compositor de Extremoduro y su banda. Abrieron las puertas con un poco de atraso, pero los parroquianos estaban tan ansiosos por ver el espectáculo que se comportaron bastante bien ante esa media horilla de espera. Con los primeros acordes de El cielo cambió de forma los ánimos se calmaron y empezó la magia.

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La magia y los pelos de punta, porque cuando el de Plasencia se dirige al respetable y le pregunta «¿De qué sirve un filósofo que no hiere los sentimientos de nadie?», eso quiere decir que todo está comenzando. Tras deleitarnos con su voz quebrada confesándose en Querré lo prohibido tomó asiento y, guitarra en mano, entonó ese tema que no habla ni de hombres ni mujeres, sino de amor y sexo: Por ser un pervertido.

Una vez calentados los motores nos dio por volver Donde se rompen las olas, y Robe quiso ser honesto… ‘Vengo de anular un concierto porque la voz no me daba, espero que esta noche vaya bien, si no pues ya cantáis vosotros’. Pero no hizo falta, porque este bajón fue pasajero y renunciando a todas las reglas nos regaló ese Hoy al mundo renuncio que tan pegadizo resulta y es que aún con su temple bajo fue capaz de llevarnos hacia una Ruptura leve casi sin darnos cuenta. Continuamos la noche buscándole otra razón a la vida, así que Robe nos creó, en unos segundos, un mundo mejor con su Nana cruel que tanto da en lo que pensar, para acto seguido levantarse de nuevo y perder la dignidad con ese Destrozares que tan profundo llega y que finalizó con el violín de Carlitos Pérez, descalzo, en mitad del escenario.

En este punto del relato he de decir que la banda que acompaña en esta gira a Iniesta es para quitarse el sombrero… Desde ese violinista que fue cogiendo confianza tema a tema; hasta el hombre para todo con kilt, David Lermán, que lo mismo toca el bajo, que el saxo o el clarinete; pasando por un batería que lo da todo sobre el escenario haciendo ritmos imposibles, Alber Fuentes; un teclista al que no le importa cambiar a ratos al acordeón, Álvaro Rodríguez; o Loren González, que, tras este espectáculo no me cabe la menor duda de que debe ser el alma de la fiesta, no hay más que ver cómo vive esos coros, y además de vez en cuando hasta se anima con el bajo. Ellos, junto con la guitarra eléctrica de Robe Iniesta, hacen de los temas de este algo mágico.

Tras ese final de violín, fuimos sinceros como buen Guerrero y le hicimos caso a ese «ya cantáis vosotros» y cantamos, y gritamos, al compás de las olas que nosotros mismos fuimos imaginando y sintiendo. A continuación, el piano nos condujo a un momento íntimo, se ve que Robe estaba a gustito, porque en La canción más triste se vino arriba con eso de «¡He llorado tanto, y he llorado tan adentro» que se llevó por delante hasta el micro. Fue un momento de poner los pelitos de punta. Pero llegó el ecuador del concierto y su acostumbrado descanso, así que nos tocaba esperar para el siguiente acto.

Los característicos acordes de Extremaydura acompañados de su «Desde que tú no me quieres» hicieron de introducción para Cartas desde Gaia. El respetable retomaba el espectáculo con muchas ganas y naufragamos en lo más hondo de su ser con De manera urgente sin perder el interés en la Puta humanidad para continuar con Del tiempo perdido.

Nos salimos del camino para acompañar a Robe en Contra todos, para luego hacerle los coros del tic tac en Y rozar contigo. Llegaba el anuncio del final con Por encima del bien y del mal, pero la cosa no podía terminar así, así que cuando el público escucho eso de «Se le nota en la voz…» se volvió loco al poder cantar un temazo de Extremoduro como es Si te vas. Y como no podía ser de otra forma, finalizaba el concierto Un suspiro acompasado con el que rugió el deseo contenido de todo el allí presente pidiéndole a las flores que no acabase la magia.

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